viernes, diciembre 15, 2006

CONYUGAL IV - El pudor de las estatuas




Cohabitar las ruinas del amor. Qué destino. Este lugar donde nos sentamos para NO escuchar a los que alguna vez fuimos. Donde compartimos con generosidad el desentendimiento. Donde cultivamos esta predisposición para negarnos.

Que simple resulta desidealizar a la persona amada. Conocer a una persona, investirla de magia y misterio y después culparla porque no está a la altura de la idealización formada.
A la altura de una idealización que esa persona no pidió.
Reprocharle que no haya sido la persona soñada.
No somos estatuas.
No necesitamos pedestales.

3 comentarios:

silvia camerotto dijo...

en la noche de la ruina
te pido (te pedía)
nada más, un abrazo luminoso
para cerrar mi cuerpo con el tuyo
la ausencia de tu risa hace de mis ojos
una antorcha inútil
por qué me abriste
no me digas piedad
estás viajando hacia la costa antes de tiempo
no tengo la medida de tu cuerpo
era mentira

AL VER VERÁS dijo...

qué bueno, sibila¡¡¡¡

Anónimo dijo...

Todo hombre mata aquello que ama.
Unos lo hacen con una mirada cruel; otros con una palabra alagadora.
El cobarde lo hace con un beso; el valiente con un cuchillo.

Oscar Wilde.